Cuando Lennon quiso poner LSD en el té de Nixon

Una cinta privada de culto: La anécdota psicodélica que casi se pierde en el archivo.

En febrero de 1970, el cineasta Anthony Cox —ex esposo de Yoko Ono— pasó tres días grabando la vida doméstica de Lennon y Ono en Tittenhurst Park, al oeste de Londres. Las veinticuatro cintas resultantes, conocidas entre los archivistas como “Three Days in the Life”, muestran al músico componiendo, conversando y fumando cannabis. Durante décadas, ese material permaneció bajo llave hasta que en 2008 se convirtió en pieza central de un litigio federal en Boston. En los documentos judiciales, un pasaje destacó por encima de todo: Lennon, sentado ante una tetera, dice: “We should put LSD in a teapot for Richard Nixon(Deberíamos poner LSD en la tetera de Richard Nixon).

Un chiste psicodélico para la historia.

Los reporteros que pudieron ver la cinta describieron la escena con precisión: Lennon fuma, tararea acordes y, casi como quien lanza una ocurrencia al vuelo, propone “echar LSD” en el té del presidente. Reuters sintetizó el momento al señalar que el metraje incluye “a John Lennon fumando porros, escribiendo canciones y discutiendo poner el LSD en el té del presidente Richard Nixon”. No era un plan operativo, sino una broma privada que condensaba la tensión entre la contracultura y el poder político de la época.

Cannabis, creatividad y contracultura.

Las mismas cintas lo muestran rolando porros mientras reescribe versos al piano. Para Lennon —y para buena parte de la escena psicodélica británica y estadounidense— el cannabis era tan inherente al proceso creativo como la guitarra o la cinta magnética. En 1970, sin embargo, esa normalidad chocaba de frente con la cruzada antidrogas que Nixon preparaba en EE.UU., preludio de la llamada “guerra contra las drogas”.

Nixon en el punto de mira de la contracultura.

La idea de “iluminar” a los líderes políticos con LSD flotaba desde 1968, cuando los Yippies amenazaron —de forma igualmente teatral— con verter ácido en el suministro de agua de Chicago antes de la Convención Demócrata. El ácido lisérgico encarnaba para la juventud la posibilidad de expandir la conciencia; Nixon, por el contrario, simbolizaba la escalada en Vietnam. Tras instalarse en Nueva York en 1971, Lennon y Ono se convirtieron en rostros visibles de las protestas pacifistas. Ese activismo detonó una respuesta directa de la Casa Blanca: el Servicio de Inmigración, instruido por Nixon, abrió un proceso de deportación contra Lennon en 1972, citando una condena británica por posesión de cannabis como pretexto.

La batalla legal por la cinta y su legado.

En 2008 la empresa World Wide Video, que había pagado más de un millón de dólares por el video, intentó estrenar un documental de dos horas. Yoko Ono demandó y consiguió frenar la exhibición, aun cuando los jueces confirmaron la existencia de la ya célebre frase sobre el LSD. En 2009 un fallo consolidó la propiedad de Ono sobre las cintas, de modo que la escena permanece inédita, envuelta en la misma neblina de humo que la vio nacer.

Medio siglo después.

La tetera jamás llegó a la Casa Blanca, y el LSD quedó en los labios risueños de Lennon. Pero la anécdota captura un momento en que la música, las drogas y la política se entrelazaron con una intensidad difícil de repetir. Muestra a un artista que veía en el cannabis y en la psicodelia no solo una herramienta creativa, sino un símbolo de resistencia cultural. Y recuerda hasta qué punto la administración Nixon temía el poder persuasivo de un músico capaz de convocar multitudes con una simple canción de tres acordes.

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